¡Quítate la máscara heterofutbolera!

Siguiendo con el hilo de meter a la homofobia en el armario y cerrarlo con llave y candado; hoy leo un artículo publicado en negratinta.com llamado «Homosexuales y fútbol«; en el que se comenta, que el otro día Risto Mejide entrevistó a Camacho, mítico entrenador de fútbol profesional.

Durante la entrevista, Risto le comentó que por estadística no podía ser posible que no hubiera ningún futbolista homosexual; a lo que Camacho le respondió que él no había conocido a ninguno y que ni siquiera ha tenido nunca la sospecha de homosexualidad de algún compañero. Y Risto tiene razón: por estadística es imposible… No tenemos más que el silencio incómodo que genera la homosexualidad en el mundo del fútbol masculino.

Un silencio que irrita, que molesta, que perjudica. La máscara heterofutbolera de momento, está bien agarrada al rostro.

homofobia en el fútbol

Futbolistas de la Premier rompiendo el tabú de la homosexualidad

Pacto entre caballeros

Sobre este tema realicé mi tesina, un trabajo llamado «La homosocialidad en la literatura infantil», donde se demostraba que los grupos homogéneos de varones (homosocialidad) son preferentes, visibles, heroicos y bien posicionados en los cuentos infantiles; mientras que los grupos de mujeres están silenciados salvo en contextos domésticos o de expresión de sentimientos.

Ahí es donde encontré los límites de la homosocialidad masculina. Porque los grupos de varones tienen un código ético, un pacto implícito, y éste es sobre la expresión de los sentimientos entre ellos. Parece mentira, pero en los cuentos infantiles de la muestra que analicé, que eran los más vendidos en España, no encontré ni una sola referencia en la que entre los varones se demostrara cariño y afecto, donde un varón se confiara a otro varón para expresar sus sentimientos. Ni un abrazo, ni un beso inocente entre dos amigos, nada.

Únicamente vi un asomo de muestras de afecto en contextos de deporte de equipo: fútbol para ser más exactos. ¡Pero cuidado! Sólo para celebrar la victoria o dar consuelo a un compañero herido. Normas muy rígidas. Tan rígidas, que, en el mundo real (no muy alejado de los cuentos), estoy segura que de conocer la homosexualidad de un compañero de equipo, la rigidez de los afectos hacia él se hace notar, por no decir los insultos conocidos de las aficiones e hinchadas futboleras hacia la homosexualidad: «Guti, Guti, Guti, m…..» «Ay Guardiola, ay Guardiola…»; etc. L@s que vemos fútbol conocemos los cánticos homófobos, permitidos, premiados incluso.

Así es muy complicado que la homosexualidad sea normalizada en el contexto del fútbol. Y mientras vemos carteles en los estadios de Stop Racismo, castigando este comportamiento; todavía hay una gran asignatura pendiente, el castigo al homófobo y el respeto al hecho homosexual.

El hecho homosocial tiene un límite muy marcado: la homosexualidad. Y si nos paramos a pensarlo es absurdo y explico por qué: si los grupos de varones están muy bien vistos, muy normalizados, muy perpetuados, y de los varones se espera que encuentren en su grupo de iguales hermanamientos exclusivos y especiales; cabría esperar que entre ellos surgieran sentimientos amorosos y más allá de la amistad. Y sin embargo, la homosexualidad está penalizada. En los cuentos, el hecho de estar silenciada es una forma de discriminación y de adoctrinamiento de la heterosexualidad normativa a los niños que leen.

¿Qué hay de la homosocialidad femenina?

Con la homosocialidad femenina y el hecho homosexual pasa exactamente igual. Sólo que con más matices. En los cuentos, los grupos de mujeres son mínimos, sólo visibles en contextos domésticos, de compras o de expresión de sentimientos. Tres estereotipos comunes.

La no existencia de grupos femeninos ya coloca este hecho en una escala desigual con respecto a los grupos de varones. No tenemos modelos de grupos femeninos en los que vernos reflejadas. Las niñas que consumen estos cuentos no pueden encontrar la importancia del grupo de iguales, porque no existen apenas referencias. ¿Qué les queda a ellas? Juntarse a los varones y rivalizar entre ellas, de eso sí que encontramos en los cuentos. Mal, muy mal.

Yendo más allá, al mundo del fútbol, encontramos algo muy curioso en España. Por un lado, que las mujeres futbolistas no pueden ser profesionales, es decir, trabajar y cobrar de ello. Las chicas deben emigrar a países como los Estados Unidos para poder vivir de la profesión que han elegido. Mal vamos…

Por otro lado, que las mujeres que juegan al fútbol están masculinizadas socialmente. Cuántas veces hemos oído comentarios despreciativos hacia las deportistas… vamos que se palpa la sospecha de que todas, todas ellas son homosexuales por el hecho de ser futbolistas. Pero es que la homosexualidad es tratada igualmente con degradación. Lo primero porque de una dama se espera que encarne los atributos más finos guardados para la condición femenina; y se espera porque tiene que ser así a los ojos del hombre. Luego las mujeres que se salgan de esta norma, no les gustan a los hombres, y por ende, han de ser homosexuales. Y todo lo que no les guste a los hombres se degrada.

Homosexualidad degradada en el fútbol, para ellos y para ellas

En este artículo quiero abrir la puerta a la reflexión, que nos preguntemos  y que no demos por hecho cosas que hacen realmente mucho daño. La homosexualidad en el fútbol existe, como existe en todos los contextos. Pero una cosa es darlo por hecho, y otra muy diferente es normalizarlo. La asignatura pendiente del fútbol español.

Haz de tu centro, de tu asociación, o de tu aula, un espacio libre de homofobia. Haz un espacio donde se fomente la capacidad crítica, donde se respeten todas las identidades sexuales. Haz de tu espacio un objetivo Genera-Género.

genera.genero@gmail.com

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